Pegados a la radio

Historia y Sociedad / El tren de los años

Por: Ilse Bulit, desde La Habana
ilse@enet.cu

Por la posición del sol, por su sombra proyectada, los conocedores identifican las horas del día. Juana y sus amigas las conocen por los programas emitidos en la radio. De acuerdo a éstos, organizan sus trajines diarios. Se mueven por la casa con un pequeño equipo transistorizado o con uno de mueble pesado, instalado a la electricidad.

¿Sus preferencias? Por supuesto, las radionovelas. Comenzaron a aficionarse cuando sentadas, al lado de sus abuelas, no lograban entender la cara de éxtasis de estas, ni tampoco las embrolladas tramas. Sí gustaban de oír las empalagosas voces de los galanes que casi derretían las maderas de aquellos radios antidiluvianos.

Como los tiempos cambian, las radionovelas también cambiaron. Y ahora se acercan a tocar cuestiones de la vida diaria. Y como también, la realidad recoge circunstancias incapaces de crear por el más imaginativo de los autores; en los nuevos enredos vuelven amores, odios, envidias, venganzas, traiciones y solo las ahora abuelas se escandalizan porque el erotismo con sus suspiros gritones –única forma en que actrices y actores muestran el orgasmo en acción-, las asusta y enrojece un poco.

Después, en la apetencia radial de Juana y sus amigas, encontramos los programas con música de sus fechas juveniles. Para los realizadores que reciben sus pedidos telefónicos que ellas aprovechan para enviar saludos a parientes hasta de quinta generación, resulta trabajoso complacerlas a todas.

Sus edades oscilan entre sesenta y noventa años. Así, con estas marcadas diferencias, unas cumplieron los quince abriles acariciadas por la voz de Gardel; otras, volando por los aires mientras Elvis meneaba las caderas; las recién debutantes en la tercera edad, aclamarán a gritos a los Beattles. Y sus añejados maridos las acompañarán en estos anhelos sonoros junto al radio. Los más arriesgados intentarán pasos de rock o los giros de un tango. Aunque lo nieguen
ante los amigos, pondrán oído a alguna novela y con la esposa se justificarán con un “te voy a hacer compañía”.

La radio para el hombre mayor, es la vía para su contacto con el deporte favorito cuando las piernas no consiguen llegar a los estadios y los ojos no distinguen bien la imagen de la pantalla del televisor.

Cierto es que para ellos, por la bocina esperan recibir una pelota de béisbol, un balón de fútbol o un guante de boxeo. Porque la narración deportiva de los profesionales de este medio los cautiva tanto que inclusive, con la TV encendida, comprueban las jugadas con ellos.

Esta relación radio-adulto mayor cumple también las necesidades informativas de este grupo tan necesitado del ejercicio diario de la memoria y el razonamiento.

Existe un peligro, ese peligro que acosa cuando el interés solo se centra en un punto. Las malignas exageraciones, el abrazo a las radioemisoras por horas y horas, es una invitación solapada al sedentarismo. En los casos donde la imposibilidad física obliga a la cama o al sillón, ¡bendita seas tú, la radio!

Comentarios

  1. Las radionovelas marcaron una bitacora inborrable en la juventud de algunos para quienes fueron todo nuestro contacto temporal con el mundo exterior...Usted lo evoca, nosotros "nostalgiamos" a su lado...

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